jueves, 17 de enero de 2013

Olfato y Gusto


A lo largo de las últimas semanas, en la asignatura de Psicología estamos estudiando los cinco sentidos en profundidad, con un futuro proyecto en mente. Para ello, nos hemos basado en una serie de vídeos que podreis encontrar en Youtube con el nombre de El Mundo de los Sentidos.
En este primer artículo, voy a redactar los datos principales que he recogido sobre dos sentidos muy ligados: el gusto y el olfato.



Comenzaremos hablando del olfato.
La capacidad de oler sustancias es posiblemente una de las más primitivas de nuestra especie, por lo que la zona cerebral encargada de registrar olores e interpretarlos se va a encontrar muy cercana al Sistema Límbico, responsable de las emociones. De ahí la cantidad de sensaciones y emociones que podemos experimentar alrededor de los olores que nos gustan o nos repelen, comidas que en un momento dado nos sentaron mal y ahora nos causan verdadera repulsión, olores de personas, lugares... Nuestra memoria olfativa nos sorprende, ¿Cuantos de nosotros nos sorprendemos al reconocer un olor que percibimos alguna vez, hace años, y recordarlo con total exactitud?
Desde la niñez, el olfato nos alerta de las sustancias peligrosas. Así, componentes químicos como el azufre y sus relacionados (relacionados con comidas podridas, vómitos, químicos dañinos...), nos repelerán.
La incidencia del olfato en el gusto es enorme. ¡Que se lo digan a los niños que se tapan la nariz cuando deben comer algo que no les gusta! O a cualquiera, cuando está resfriado y no es capaz de saborear un sabor si no es muy fuerte.
Al alcanzar la postura bípeda, alejándonos del suelo, que es donde se encuentran los olores de forma más intensa, el ser humano ha perdido gran parte de su capacidad olfativa, igual que con la disminución de nuestra nariz, más pequeña que el hocico de un animal, facilitando la expresión facial de emociones.



Cuando hablamos del gusto, podemos encontrar grandes semejanzas, por su relacion ya contada, con el olfato.
Así, los sabores amargos los relacionaremos con venenos y no nos gustarán tanto como los azúcares o grasas, que a lo largo de nuestra evolución han aportado energía a nuestro organismo, permitiendo nuestra supervivencia.
El sabor, curiosamente, es un sentido muy condicionado a lo largo de nuestra vida. El ser humano es uno de los animales cuyo organismo es capaz de soportar un abanico más amplio de alimentos. De ahí la increible adaptabilidad que ha tenido la especie humana a lo largo de la historia en todo tipo de hábitats tan dispares.
La cultura gastronómica de cada lugar, adapta nuestros paladares a un conjunto concreto de sabores, y alimentos que resultan sabrosos e incluso muy apreciados en un lugar, para un exttranjero pueden resultar incluso repulsivos.
Es asombrosa la cantidad de sabores diferentes que somos capaces de percibir, y así mismo, la relación entre los sabores que nos gustan y nos repelen, con respecto a nuestra expresiones faciales.

En el próximo artículo hablaremos sobre los sentidos de la vista y el oído, imprescindibles para interpretar el entorno que nos rodea.

Un saludo!

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