A lo largo de las últimas semanas, en la asignatura de Psicología
estamos estudiando los cinco sentidos en profundidad, con un futuro
proyecto en mente. Para ello, nos hemos basado en una serie de vídeos
que podreis encontrar en Youtube con el nombre de El Mundo de los
Sentidos.
En este primer artículo, voy a redactar los datos principales que
he recogido sobre dos sentidos muy ligados: el gusto y el olfato.
Comenzaremos hablando del olfato.
La capacidad de oler sustancias es posiblemente una de las más
primitivas de nuestra especie, por lo que la zona cerebral encargada
de registrar olores e interpretarlos se va a encontrar muy cercana al
Sistema Límbico, responsable de las emociones. De ahí la cantidad
de sensaciones y emociones que podemos experimentar alrededor de los
olores que nos gustan o nos repelen, comidas que en un momento dado
nos sentaron mal y ahora nos causan verdadera repulsión, olores de
personas, lugares... Nuestra memoria olfativa nos sorprende, ¿Cuantos
de nosotros nos sorprendemos al reconocer un olor que percibimos
alguna vez, hace años, y recordarlo con total exactitud?
Desde la niñez, el olfato nos alerta de las sustancias peligrosas.
Así, componentes químicos como el azufre y sus relacionados
(relacionados con comidas podridas, vómitos, químicos dañinos...),
nos repelerán.
La incidencia del olfato en el gusto es enorme. ¡Que se lo digan a
los niños que se tapan la nariz cuando deben comer algo que no les
gusta! O a cualquiera, cuando está resfriado y no es capaz de
saborear un sabor si no es muy fuerte.
Al alcanzar la postura bípeda, alejándonos del suelo, que es donde
se encuentran los olores de forma más intensa, el ser humano ha
perdido gran parte de su capacidad olfativa, igual que con la
disminución de nuestra nariz, más pequeña que el hocico de un
animal, facilitando la expresión facial de emociones.
Cuando hablamos del gusto, podemos encontrar grandes semejanzas, por
su relacion ya contada, con el olfato.
Así, los sabores amargos los relacionaremos con venenos y no nos
gustarán tanto como los azúcares o grasas, que a lo largo de
nuestra evolución han aportado energía a nuestro organismo,
permitiendo nuestra supervivencia.
El sabor, curiosamente, es un sentido muy condicionado a lo largo de
nuestra vida. El ser humano es uno de los animales cuyo organismo es
capaz de soportar un abanico más amplio de alimentos. De ahí la
increible adaptabilidad que ha tenido la especie humana a lo largo de
la historia en todo tipo de hábitats tan dispares.
La cultura gastronómica de cada lugar, adapta nuestros paladares a
un conjunto concreto de sabores, y alimentos que resultan sabrosos e
incluso muy apreciados en un lugar, para un exttranjero pueden
resultar incluso repulsivos.
Es asombrosa la cantidad de sabores diferentes que somos capaces de
percibir, y así mismo, la relación entre los sabores que nos gustan
y nos repelen, con respecto a nuestra expresiones faciales.
En el próximo artículo hablaremos sobre los sentidos de la vista y el oído, imprescindibles para interpretar el entorno que nos rodea.
Un saludo!
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