domingo, 11 de noviembre de 2012

La dama desencarnada


¡Hola a todos!
Hoy toca resumir el capítulo 3 y 4 de un libro que no me he podido resistir a leer entero, “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, y tengo que recomendaroslo, por lo interesante de su contenido (todo tipo de curiosidades y casos raros referentes al mundo de la neurología) y lo digerible y fácil de leer que se hace, pese a su contenido científico.

El concepto abarcado en los dos capítulos de los que vamos a hablar es la Propriocepción.
¿Ya hemos aprendido a pronunciarlo al primer intento? Pues ahora sepamos qué significa.

La propriocepción es la actividad cerebral en los lóbulos parietales, encargada de la conciencia de nuestro propio cuerpo. Podemos decir que la coordinación motora se fragua en tres zonas:

-La visión: es evidente que teniendo una imagen del espacio que nos rodea y de nosotros mismos, somos capaces de movernos en el entorno y de relacionarnos con lo que nos rodea.

-El sistema tubular: en nuestro oído interno se encuentran unos pequeños órganos conectados casi directamente con el cerebelo. Este circuito juega un papel fundamental en el equilibrio. Y sin estos mecanismos, nos sería prácticamente imposible manternos erguidos.

El tercer elemento, es la llamada propriocepción.

En las páginas de estos capítulos nos encontramos, en primer lugar, con el caso de una mujer adulta, llamada Christina, madre y con una vida sana en lo físico y lo mental. Allá por los '80, le fueron detectados cálculos en la vesícula, para lo cual se tuvo que someter a una operación que, a priori, no ofrecía ningún peligro para su vida, ni mucho menos para su sistema locomotor.
Sin embargo, Christine tuvo una horrible pesadilla pocos días antes de ser operada. Se vio a sí misma en sus sueños, incapaz de mantenerse en pie, perdiendo el control de sus manos y piernas. Esta mujer, que siempre fue escéptica con todo lo relacionado con los sueños, experimentó, sin embargo, un miedo atroz al despertar. Lo consultó con el médico y todo se achacó a la típica ansiedad pre-operatoria.
Pero, por desgracia, la cosa no quedó ahí.
Christine comenzó a desarrollar los síntomas de sus sueños. En pocas horas, se vio postrada en cama, incapaz de realizar casi cualquier movimiento. Era como si su cuerpo se hubiera “desconectado” de su mente y se negara a trabajar. Tan sólo podía moverse mirando cada extremidad que desease levantar, y concentrándose con esfuerzo en cada movimiento que ejecutaba.

Los médicos, que en un primer momento dieron a todo una explicación psicológica, empezaron a no dar crédito a lo que estaban presenciando.
Realizaron escáneres a Christine.
Su lóbulo parietal estaba intacto, sin embargo, no tenía “con qué trabajar”. Cada músculo de su cuerpo “se apagó”. Conservaba aún cierta sensibilidad en sus miembros. Pero le era absolutamente imposible llevarse una cucharada a la boca, sin mirar a su mano y, atentamente, realizar cada movimiento con un cuidado absoluto. No podía caminar, apenas, e incluso su diafragma dejó de funcionar por sí sólo.

Los exámenes médicos confirmaron polineuritis (inflamación múltiple de los receptores nerviosos de todo el cuerpo), pero con unas implicaciones motoras, nunca antes vistas. Incluso su voz, su postura estando sentada, tenían que ser artificiosas y le requerían esfuerzo.

Pasaron las semanas, y aunque la inflamación nerviosa cedió, sus receptores proprioceptivos quedaron totalmente dañados. Pasó un año en un pabellón médico de rehabilitación. Según sus propias palabras “sentía a su cuerpo totalmente ciego y sordo a sí mismo, todo movimiento tenía que hacerlo de forma conciente, y si se desconcentraba un momento, podía desplomarse al suelo”.

Cuando surgió en los años posteriores la moda de las megavitaminas, a causa de la ingesta abundante de vitamina B6, se dieron casos de hombres y mujeres “descarnados”, como ella, o en personas maniáticas de la salud... pero nunca con ese efecto irreversible que marcó para siempre la vida de esta mujer, que siempre había sido tan sana.



El caso expuesto en el capítulo 4, guarda gran relación con el de Christina.
Un paciente, aparentemente sano e ingresado durante una noche para hacerse unas pruebas de neurología, de despierta en mitad de la noche y descubre con horrror que en su cama hay una pierna que no es suya. Con horror, la agarra y trata de tirarla de la cama... y él cae con ella.
Cuando llega el médico, el paciente (totalmente convencido de que algún gracioso ha metido una pierna ajena diseccionada en su cama por la noche) se horroriza al escuchar que esa pierna es la suya. No se lo puede creer. El estado físico de esa pierna es sano, pero simplemente, no es la suya. No la puede sentir, y la ve como algo ajeno a él. Hay que destacar que este hombre tampoco sufría ningún trastorno psicológico. Y estaba totalmente convencido de que su pierna se encontraría en algún sitio, que alguien se la habría llevado. Pero la que estaba pegada a su cuerpo, no era la suya, no le cabía duda.
Este es otro caso de pérdida total de la conciencia en una extremidad del cuerpo. Se ha dado en algunos casos de pacientes con parálisis parcial del cuerpo. El cerebro simplemente “se desconecta” de esta extremidad, hasta tal punto de que el paciente en cuestión ni siquiera la identifica como propia. No es alcanzable a su entender, esa desconexión, que se llega a producir incluso a nivel mental.

1 comentario:

  1. Artículo de ''La dama Desencarnada''

    Capítulo 3:

    Como puede trastornar un sueño, lo que es la persona en si, provocado por un imaginación cerebral y los nervios pre-operatorios, no muy importante,(a lo importante me refiero a que no es del cerebro, de los pulmones, de un cáncer, etc...) y a demás siendo un persona de la que no se cree nada sino se demuestra.

    Capítulo 4:

    El cerebro tiene tanta potencia que es capa de que nos maneje nosotros, sin poder controlarlo, el cerebro de este hombre rechaza su propia pierna y hace creer, ya no sólo al cerebro, sino al instinto humano.

    Felicidades por este grn resumen tn interesante, algún día leeré el libro, gracias.

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