¡Hola a todos!
Hoy toca resumir el capítulo 3 y 4 de un libro que no me he podido resistir a leer
entero, “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, y tengo que recomendaroslo, por lo interesante de su contenido
(todo tipo de curiosidades y casos raros referentes al mundo de la
neurología) y lo digerible y fácil de leer que se hace, pese a su
contenido científico.
El concepto abarcado
en los dos capítulos de los que vamos a hablar es la Propriocepción.
¿Ya
hemos aprendido a pronunciarlo al primer intento? Pues ahora sepamos
qué significa.
La
propriocepción es la actividad cerebral en los lóbulos
parietales, encargada de la conciencia de nuestro propio cuerpo.
Podemos decir que la coordinación motora se fragua en tres zonas:
-La
visión: es evidente que
teniendo una imagen del espacio que nos rodea y de nosotros mismos,
somos capaces de movernos en el entorno y de relacionarnos con lo que
nos rodea.
-El
sistema tubular: en nuestro
oído interno se encuentran unos pequeños órganos conectados casi
directamente con el cerebelo. Este circuito juega un papel
fundamental en el equilibrio. Y sin estos mecanismos, nos sería
prácticamente imposible manternos erguidos.
El
tercer elemento, es la llamada propriocepción.
En
las páginas de estos capítulos nos encontramos, en primer lugar,
con el caso de una mujer adulta, llamada Christina, madre y con una
vida sana en lo físico y lo mental. Allá por los '80, le fueron
detectados cálculos en la vesícula, para lo cual se tuvo que
someter a una operación que, a priori, no ofrecía ningún peligro
para su vida, ni mucho menos para su sistema locomotor.
Sin
embargo, Christine tuvo una horrible pesadilla pocos días antes de
ser operada. Se vio a sí misma en sus sueños, incapaz de
mantenerse en pie, perdiendo el control de sus manos y piernas. Esta
mujer, que siempre fue escéptica con todo lo relacionado con los
sueños, experimentó, sin embargo, un miedo atroz al despertar. Lo
consultó con el médico y todo se achacó a la típica ansiedad
pre-operatoria.
Pero,
por desgracia, la cosa no quedó ahí.
Christine
comenzó a desarrollar los síntomas de sus sueños. En pocas horas,
se vio postrada en cama, incapaz de realizar casi cualquier
movimiento. Era como si su cuerpo se hubiera “desconectado” de su
mente y se negara a trabajar. Tan sólo podía moverse mirando cada
extremidad que desease levantar, y concentrándose con esfuerzo en
cada movimiento que ejecutaba.
Los
médicos, que en un primer momento dieron a todo una explicación
psicológica, empezaron a no dar crédito a lo que estaban
presenciando.
Realizaron
escáneres a Christine.
Su
lóbulo parietal estaba intacto, sin embargo, no tenía “con qué
trabajar”. Cada músculo de su cuerpo “se apagó”. Conservaba
aún cierta sensibilidad en sus miembros. Pero le era absolutamente
imposible llevarse una cucharada a la boca, sin mirar a su mano y,
atentamente, realizar cada movimiento con un cuidado absoluto. No
podía caminar, apenas, e incluso su diafragma dejó de funcionar por
sí sólo.
Los
exámenes médicos confirmaron polineuritis (inflamación múltiple
de los receptores nerviosos de todo el cuerpo), pero con unas
implicaciones motoras, nunca antes vistas. Incluso su voz, su postura
estando sentada, tenían que ser artificiosas y le requerían
esfuerzo.
Pasaron
las semanas, y aunque la inflamación nerviosa cedió, sus receptores
proprioceptivos quedaron totalmente dañados. Pasó un año en un
pabellón médico de rehabilitación. Según sus propias palabras
“sentía a su cuerpo totalmente ciego y sordo a sí mismo, todo
movimiento tenía que hacerlo de forma conciente, y si se
desconcentraba un momento, podía desplomarse al suelo”.
Cuando
surgió en los años posteriores la moda de las megavitaminas, a
causa de la ingesta abundante de vitamina B6, se dieron casos de
hombres y mujeres “descarnados”, como ella, o en personas
maniáticas de la salud... pero nunca con ese efecto irreversible que
marcó para siempre la vida de esta mujer, que siempre había sido
tan sana.
El
caso expuesto en el capítulo 4, guarda gran relación con el de
Christina.
Un
paciente, aparentemente sano e ingresado durante una noche para
hacerse unas pruebas de neurología, de despierta en mitad de la
noche y descubre con horrror que en su cama hay una pierna que no es
suya. Con horror, la agarra y trata de tirarla de la cama... y él
cae con ella.
Cuando
llega el médico, el paciente (totalmente convencido de que algún
gracioso ha metido una pierna ajena diseccionada en su cama por la
noche) se horroriza al escuchar que esa pierna es la suya. No se lo
puede creer. El estado físico de esa pierna es sano, pero
simplemente, no es la suya. No la puede sentir, y la ve como
algo ajeno a él. Hay que destacar que este hombre tampoco sufría
ningún trastorno psicológico. Y estaba totalmente convencido de
que su pierna se encontraría en algún sitio, que alguien se la
habría llevado. Pero la que estaba pegada a su cuerpo, no era la
suya, no le cabía duda.
Este
es otro caso de pérdida total de la conciencia en una extremidad del
cuerpo. Se ha dado en algunos casos de pacientes con parálisis
parcial del cuerpo. El cerebro simplemente “se desconecta” de
esta extremidad, hasta tal punto de que el paciente en cuestión ni
siquiera la identifica como propia. No es alcanzable a su entender,
esa desconexión, que se llega a producir incluso a nivel mental.
Artículo de ''La dama Desencarnada''
ResponderEliminarCapítulo 3:
Como puede trastornar un sueño, lo que es la persona en si, provocado por un imaginación cerebral y los nervios pre-operatorios, no muy importante,(a lo importante me refiero a que no es del cerebro, de los pulmones, de un cáncer, etc...) y a demás siendo un persona de la que no se cree nada sino se demuestra.
Capítulo 4:
El cerebro tiene tanta potencia que es capa de que nos maneje nosotros, sin poder controlarlo, el cerebro de este hombre rechaza su propia pierna y hace creer, ya no sólo al cerebro, sino al instinto humano.
Felicidades por este grn resumen tn interesante, algún día leeré el libro, gracias.